Permite lograr buenos resultados tanto en fruticultura como en horticultura. En efecto, su uso permite que las plantas resistan o toleren ciertas enfermedades y plagas de suelo.
por Enrique Adlercreutz
El uso de injertos en horticultura permite realizar una producción hortícola sustentable, técnica y económicamente viable aún en suelos con altas presiones de enfermedades y plagas, reduciendo significativamente el impacto ambiental y la toxicidad.
El uso de injertos en pies resistentes es una práctica que a priori se asocia con la fruticultura, pero hay registros de que en horticultura se vienen realizando desde el año 600 de nuestra era. Consiste básicamente en unir la parte inferior (base del tallo y raíz) de una planta denominada pié o portainjerto la cual resiste o es tolerante a ciertas enfermedades y/o plagas, con la parte superior (parte superior del tallo y hojas) de otra planta denominada variedad la cual posee cualidades deseables de productividad, calidad de fruto, etc.
En suelos con serios problemas de plagas y enfermedades la producción se torna técnica y económicamente inviable a menos que se utilicen biocidas de alto costo y en muchos casos con alto impacto ambiental como bromuro de metilo y otros fumigantes de suelo. Pero el uso de injertos permite que las plantas resistan o toleren ciertas enfermedades y plagas de suelo, dando rendimientos aceptables aún con alta carga de dichos patógenos brindando así la posibilidad de realizar el proceso productivo de manera técnica, económica y ambientalmente sustentable.
Principales cultivos
Los injertos en horticultura se utilizan principalmente cultivos de melón, sandía, tomate, pimiento y pepino para el manejo de enfermedades fúngicas, virosis y nematodos, siendo estas en general de difícil control. Tal es el caso de los nematodos, una plaga presente en los suelos hortícolas de casi todo el país que provoca pérdidas superiores al 40% en muchos casos. La práctica de pies resistentes a nematodos viene siendo estudiado por la Agencia de Extensión de INTA Mar del Plata desde el año 2005 y su uso permite producir aún en suelos con altas presiones de esta plaga gracias a su resistencia para ciertas especies de nematodos y también gracias a la profusa cantidad de raíces que el pie emite, por lo que la planta puede mantener funcional un porcentaje importante de su sistema radicular. En INTA se estudian pies resistentes comerciales y otros de plantas silvestres nativas.
Como en muchas innovaciones tecnológicas, la producción hortícola con plantas injertadas no se basa solamente en el reemplazo de plantines convencionales por injertados, sino que implica incorporar todo un paquete productivo que incluye aspectos como: variar la densidad de plantas, las podas, el fetirriego, etc. Usar plantines injertados sin tener en cuenta estas prácticas ha llevado a fracasos de algunos productores y al concepto erróneo de que el uso de injertos es una práctica no conveniente o poco exitosa.
Las técnicas de injertar requieren similitud en la madurez morfológica (grosor, etc.) y fisiológica entre pié y variedad y también condiciones específicas de temperatura y humedad relativa del ambiente donde se realizan los injertos. Una persona con suficiente práctica y en condiciones adecuadas puede realizar unos 2.000 injertos por día y si bien el costo de una planta injertada supera 1,5 veces el de las convencionales, la menor densidad de plantación, el ahorro en fumigantes de suelo y la mayor productividad, compensan ese costo superior del plantín injertado.
Práctica en expansión
La adopción de esta práctica en nuestro país, aunque con algunos altibajos, está en crecimiento; hoy en día cerca un 8% de la superficie plantada con tomate bajo cubierta se hace con el uso de plantas injertadas. En el Cinturón Hortícola de Mar del Plata se comercializan más de 150.000 plantas injertadas por año mientras que este valor llega a las 500.000 plantines en el Cinturón Hortícola de La Plata-Gran Buenos Aires.
Como se mencionara en párrafos precedentes, el uso de plantas injertadas implica la adopción de todo un paquete tecnológico, pero con él se puede prescindir de la aplicación de fumigantes de suelo, de algunos funguicidas y nematicidas, con lo que se logra una importante reducción en el impacto ambiental y en la toxicidad del conjunto de productos aplicados. Esto redunda en menores costos, en un menor riesgo para el productor-aplicador y en una producción hortícola sustentable.
(*): Ingeniero Agrónomo (M. Sc.). Jefe Agencia Extensión Rural INTA-Mar del Plata.